viernes, 20 de diciembre de 2024

Despojo

 

Es fácil proclamar la suspensión de la norma, el grado cero del ser, sin sentido, sin corset, cuando los moldes son lábiles y las apuestas cobardes y los riesgos ínfimos. La ficción individual descomprometida del aquí, ahora. Uno se puede acostumbrar rápidamente a ese placer del abandono del sentido cuando sabe que es inofensivo, cuando las preguntas se desestiman por lejanas y fastidiosas.

Sin embargo, ni bien asoma, el abismo magnético produce un miedo implacable,  crece la enrededera de la idea del amor, lo cubre todo, desafía al sentido de la certeza y lo doblega en incertidumbre, en duda que acentúa la miseria del ser que se creyó completo y navega perdido por los mares del deseo

jueves, 5 de enero de 2023

La musicalidad de la historia

Pasó tiempo ya desde que Fernand Braudel hiciera famosas sus tesis acerca de las distintas duraciones en la historia. El historiador francés de la segunda generación de Annales había puesto especial énfasis en la historia con perspectiva de longue durée (larga duración). Así, la constatación – que hoy pudiera parecernos sencilla o incluso obvia – de que en el proceso histórico no cambia todo al mismo tiempo produjo una marcada renovación en la historiografía francesa de los años 50 y 60 del siglo XX.
Por supuesto que el aporte de Braudel no se reducía a señalar la heterogeneidad del cambio histórico, sino que tuvo la virtud de conceptualizar ciertas regularidades en lo que concierne a los ritmos de cambio de las distintas esferas de la realidad histórica. Esa renovación impulsada bajo el paradigma estructuralista, desde luego, no se limitaría al campo historiográfico francés, sino que se difundiría rápidamente hacia otras latitudes, y particularmente en nuestro país a través de los aportes de Tulio Halperín Dhongui y la escuela renovadora.
La historia es compleja puesto que es inabarcable. En este sentido, la historiografía profesional intenta producir modelos explicativos que son por definición recortes, retazos de la realidad de un proceso implicado por múltiples variables, y por ende sujeto a constantes modificaciones; Michel Foucault lo denominaba poliedro de inteligibilidad histórica, con lo que buscaba dar cuenta de las infinitas aristas de un proceso sólo cognoscible a partir de una mirada estática en un contexto dinámico. ¿Cómo construir conocimiento histórico con estas limitaciones?
Fernand Braudel desterró para siempre la historia-relato unidimensional del campo de la disciplina profesional. ¿Pero cómo trasladar esa multidimensionalidad a la enseñanza en la escuela media? Desde mi experiencia como profesor de historia y ciencias sociales aprendí la necesidad de poner en práctica todo tipo de recursos que me permitieran acercarme al objetivo de generar un contacto con mis estudiantes; en líneas generales, procuraba establecer unas condiciones básicas de comunicación que abrieran un canal de transmisión de conocimientos. Entre esos recursos, la apelación a imágenes y metáforas propias del habla adolescente fue de los más utilizados.
Así, en el intento de transmitir esa visión compleja del cambio histórico, entre la marea del ritmo fáctico plagado de acontecimientos que caracteriza a la política, los ciclos de las coyunturas socioeconómicas y las persistentes condiciones estructurales de la cultura, la geografía, las formaciones sociales y los modos de producción, la música sirvió como un puente sólido e ilustrativo hacia mis estudiantes. ¿Por qué?
Primero porque están hechas de la misma arcilla: el tiempo. En este sentido, lo que definimos como “proceso histórico” no es más que un continuum inaprehensible del que tomamos un segmento A, y seguimos uno de sus hilos de desarrollo hasta un arbitrario segmento B, todas estas acciones sujetas al criterio (académico y consensuado, claro está) de investigadores e investigadoras. Ahora bien, la música también considera y da sentido a un fragmento temporal. No existe una obra musical infinita, o bien por definición esta sería irreproducible, al igual que la historia.
Segundo, porque las cualidades musicales pueden pensarse como metáforas aplicables a la comprensión y la inteligibilidad del cambio histórico. Abro un paréntesis para que se entienda mejor este punto. Cuando preguntaba en una clase si existía una relación entre la historia y la música, invariablemente la respuesta era siempre la misma: sí. Evidentemente había una intuición que conectaba ese lenguaje artístico con la comprensión y explicación de los cambios y permanencias de las comunidades humanas. Sin embargo, al preguntar por qué, prevalecía una actitud dubitativa.
Tras un breve silencio, alguien generalmente respondía que cierta música era propia de una época en particular. Por supuesto que la afirmación es correcta y así se los hacía saber. ¿Quién podría negar que Mozart o Beethoven suenan a otra época? ¿O que los cantos gregorianos evocan el espacio de una iglesia? De hecho, pude comprobarlo empíricamente a través de un ejercicio de audición en clase. Así, sin saberlo, los y las estudiantes señalaban la posibilidad de tomar la música como fuente histórica, una metodología aún no lo suficientemente explorada por la historiografía profesional. A veces alguien también respondía que cada música tiene su historia, lo cual evidentemente es cierto. Eso me daba el pie para plantearles – y exponer ahora – mi punto: “yo no pregunto sobre las cualidades históricas de la música, sino por las cualidades musicales de la historia”; entonces solían quedarse calladas y callados.
¿Y cuáles son las cualidades de la música? La primera en surgir en clase fue, prácticamente en todos los casos, el ritmo. Rápidamente se trazaba así la relación entre las duraciones de los periodos históricos y las duraciones musicales. No todo cambia al mismo tiempo. Una de las máximas resultantes de los aportes de Braudel cristalizaba en el contexto de la clase. Así advertían que en nuestro tiempo hay cosas que cambian a gran velocidad, otras más lentamente, y otras continúan igual desde hace siglos. De este modo entendían el sentido que da la perspectiva histórica, y por qué el presente hace variar la visión que se tiene sobre el pasado.
Las otras dos cualidades no siempre eran mencionadas por el grupo, lo cual no implicaba que, una vez enunciadas, no comprendiesen su sentido. Me refiero a la melodía y la armonía. A partir de estos tres aspectos del lenguaje y la teoría musical, lograba transmitir un sentido diferente – y me atrevería a decir más completo y profundo – de la comprensión histórica. ¿Qué sugiere la noción de melodía a la historia?
En música, la melodía suele ser la parte más fácilmente reconocible de una obra musical y la que le imprime su identidad. Esto se ve más claramente todavía si se trata de música popular. Cuando una persona quiere referirle a otra una canción, lo que hace es cantar o tararear una parte de una melodía, probablemente la más representativa. La melodía es lo que resalta y se destaca en una obra musical. En la historia, ese rol melódico pertenece a los grandes personajes protagónicos de la historia, especialmente los vinculados de alguna forma al poder político en clave masculina.
Porque si bien es cierto que en los últimos años ha habido una reivindicación de las mujeres en la historia, la historiografía más difundida ha tendido a completar el panteón histórico memorable como si se tratara de un álbum de colección. Lo criticable no es recuperar la vida de mujeres en la historia, sino la insistencia en pensar y explicar la historia como un relato con papeles protagónicos. En una composición compleja puede haber varias melodías, y es frecuente que a algunas les prestemos menos o ninguna atención, o que no recurramos a ellas para hablar de la obra; escucharlas, al igual que en la historia, se torna una decisión.
En relación a esto último, cabe considerar ahora la armonía. Si las melodías implican el protagonismo en la historia, la importancia, los roles destacados que han tomado por diversos motivos algunos seres humanos en un proceso histórico, la armonía es el contrapunto necesario e insustituible. Si escuchamos una linda melodía seguramente nos agrade, pero nunca será lo mismo que escucharla en su contexto musical completo, con todos los instrumentos musicales y las mejores condiciones acústicas. Aún así, nos será difícil identificar, nombrar eso que suena junto con la melodía, ya que para hacerlo se requiere conocimiento de conceptos específicos y, según la complejidad, una atención especial.
Una melodía aislada puede tener la virtud de invitarnos a escuchar más, pero por más bella que sea no será suficiente por si sola (salvo que se convierta en el refugio evocado de un alma conmovida, como un recuerdo), y si se repite hasta el hartazgo correrá el riesgo de perder su sentido artístico, de convertirse en jingle, en cliché, en música de espera telefónica. Por ello, la armonía en la historia la conforman todas las voces anónimas a las que nos referimos con conceptos tales como “contexto social”, “actor político colectivo”, “clase social”, “estamento”, entre otros, conceptos sin los cuales es imposible explicar y analizar las figuras protagónicas; podremos hablar de estas últimas, conocerlas, pero no entender rigurosamente su sentido histórico.
Sin embargo, esos conceptos adquirirían mayor peso en la medida que no sean utilizados como abstracciones deshumanizadas, sino como vidas con valor intrínseco y voz propia, amén del rol que voluntaria o azarosamente asuman en el conjunto. Por lo tanto, aplicar a la investigación y a la enseñanza la musicalidad de la historia es poner en consideración la interdependencia de estas tres cualidades metafóricas, de tal modo que nos habilite a pensar y explicar un proceso vivo, del cual el presente nos puede brindar, no debemos olvidarlo, tan sólo un punto de vista y una perspectiva.

domingo, 24 de abril de 2022

¿Por qué escribir poesía?

Por qué escribir poesía

Por qué subrayar las líneas principales

de un fracaso inédito.

 

Amante un niño en el ocaso

de la figura transmutada en letras.

Su piel golpeada por la arena

sus movimientos de insecto

un hipnotismo un eclipse.

 

Por qué escribir poesía,

no siento que las artes devuelvan nada.

 

Por qué escribir poesía

Por las nubes los otoños y los parques

o el agua de los charcos

manchando algún recuerdo.

 

Por qué escribir poesía.

Son tan sólo versos

hamacándose en la hoja

entregándose al viento.

 

Por qué escribir poesía

si la llama  la chispa y la rima

encierran ante sí sus razones

y el cartel luminoso entraña un secreto.

Por qué escribir poesía,

por qué no mejor guardar el misterio

del confín oculto del alma

de la prisión sin paredes ni barras.

 

Por qué escribir poesía

sin la sutileza de los sabios

ni la gravedad de los ciegos.

 

Por qué escribir poesía

doblegado en las alturas

atascado en los llanos

corriendo en la niebla.

 

Por qué escribir poesía

y discúlpenme que insista:

reniego a mirarme en el espejo.

 

Por qué escribir poesía

y recordar lo que se fue

y adorar lo que no es

y denigrar lo que siente.

 

Por qué llenar un cuaderno de dudas perennes

y acariciarlas en el susurro

hasta casi verlas sonreír.

 

Para qué asombrarse

del misterio de la vida

del crepúsculo de un dolor dormido.

domingo, 27 de septiembre de 2020

La necesidad de morir

Reflexión sobre los prólogos a los libros "Transgénica", de Gabby De Cicco, y "La Desobediencia", de Claudia Masin. 

Voy a intentar seguir la falsa convicción de escribir con libertad. Los prólogos me dejaron circulando una energía, una resignación que a lo mejor posibilite un tránsito perpetuo. Hay entre escritoras y lectorxs un tendido, un puente pero en el sentido eléctrico. Me urge expresar una soledad narcisista, hablar del puente individual. De la conexión única y no casual. Del ruido, de las interferencias.  Desde mi punto de vista, y no porque mi punto de vista sea el indicado, sino porque definitivamente no lo es. Soy varón cis, heterosexual, blanco y con acceso a una vida pequeño burguesa. Soy normal, qué asco, con lo que detesto esa palabra. Pero sería hipócrita pretender hablar desde otra perspectiva, porque nunca compartí ni comprenderé un dolor semejante del que se nutren les autorxs de los libros prologados.

No quiero que me malinterpreten. Puedo comprender el dolor desde una racionalidad apenas teñida por experiencias renuentes a aceptar las presiones machistas que, sin punto de comparación, me provocaron cierto sufrimiento. Era un no hallarme pero desde un lugar de soledad que se conformaba mal con la recompensa de sentirme mejor que otros. Aun así, me crié disfrutando de todos los privilegios que mi condición socio-identitaria podía brindarme.

Esa limitación empírica y empática no anula la enorme carga y potencia de la poesía adelantada que sigue circulando por mis venas y todavía me pone en la necesidad de expresar algunas cosas. En ambos prólogos la poesía es un vehículo de metamorfosis y un salvoconducto de libertad. La desobediencia constante a lo preestablecido. La voz que resuena rompiéndole los tímpanos a la indiferencia. Aire. La fuente de oxígeno de voces resquebrajadas que han encontrado un espejo benevolente. La poesía es disruptiva por incierta. Es la incertidumbre lo que enamora, le oí cantar a Dolina, y también se me ocurre, lo que conmueve, lo que moviliza, lo que atemoriza.

Una salvedad. Claudia Masín dice anticipando Transgénica: “Y sin embargo, sin embargo Gabby De Cicco lanza el conjuro, lanza el mantra con el que termina el libro, lo lanza a donde sea que llegue, porque las palabras siguen teniendo el poder de cambiarlo todo, porque siempre habrá un resquicio de libertad y de desacato por donde puedan escapar de la malla de acero que las cerca, la misma que a todes nos comprime el cuerpo, particularmente a quienes no encajamos, no encajaremos nunca en molde alguno.” Aunque las palabras sean aire, fuente de vida, escape de las cadenas, no lo cambian todo. Las palabras son humanas, no son omnipotentes. Creer que lo cambian todo, es un grave error, es inventar  el dogma, es vitalizar el martirio. El esclavismo fue un sistema humano también, contrariamente a lo que suele pensarse y decirse: llamarlo inhumano fue uno de los pasos (y ciertamente no el más decisivo) para abolirlo. Me apuro a decir que hablo solo del esclavismo, no de la esclavitud, cuchillo que aún tiene muchísimo filo.

Podríamos decir que el capitalismo es inhumano, o mejor dicho deshumanizante, cosificador, patriarcal, machista, destructor de la naturaleza y muchas otras, que seguirá allí pese a que le insultemos toda la verdad: perro que ladra no muerde. No obstante decir es hacer. Allí donde están el mercado, la propiedad privada y el individualismo (la Santísima Trinidad vigente) diciendo objeto responde el lenguaje diciendo humano, y en ese conflicto se juegan nuestras cortas vidas. La poesía nos impulsa un hacer que eventualmente encontraremos cómo decir que lo hicimos.

Los femicidios, los travesticidios, el odio normalizador, la exclusión, siguen allí. Qué explote. Sin duda, que explote todo como dice Gabby de Cicco. Pero no todes lograrán beber el antídoto. La “Utopía” de Moro pasó inadvertida por siglos, hasta tener una connotación revolucionaria. La lectura, el momento de la recepción condiciona ese lenguaje que al calor social se vuelve plasma.

Toda estructura de poder también es una estructura simbólica. Les sujetxs estamos encubiertos en esa estructura, pero a costa de volvernos invisibles. Yo soy un hombre más, parte de la ponzoña opresora. ¿Por qué sería más venenoso que otra u otre salga a asesinar hombres, ese vocablo cargado de cadenas desafiadas? Podrían matarme a mí. ¿Y qué más da? ¿Qué importancia tengo yo en los ataques físicos a los universos simbólicos, o más aún, a la justicia simbólica? Ninguna. 

Pienso que la enorme mayoría de mi capital autoritario (probablemente el de la mayoría) está compuesto por hombres. Por esa categoría tan sesgada a cuya contraparte mujer  desobedece Claudia Masin. Pero no salí indemne de esto y siento la necesidad de morir.

 Por lo menos me llevo la sospecha confirmada de que “todos mis hombres” no valieron ni valen tanto. La convicción de que siempre estuvimos y estaremos en el mismo lodo, todos manoseaos, y que esta poesía que fue hecha para poder beberse el veneno debe envenenarme (debe envenenarnos), debe destrozar cada ápice de orgullo, debe matarme para allanarles el camino.

Román Armas.  

jueves, 21 de marzo de 2019

Londres

Londres esgrime su cielo tímido al visitante que sin quererlo se inmiscuye en su universo.
Londres enseña sus lágrimas o el gris opaco de la realidad ...no es hostil ni severa, solo es ordenada (adjetivo terrible). Las cosas funcionan de un modo y no encontrarás un  rumbo distinto sin naufragar.  
O te adaptas a sus reglas o estarás solo y culpable de atentar contra la reina y su sabiduría. Si hasta la miseria está ordenada y el desahuciado espera en silencio hanging on a quiet desperation, que el pretendido erudito confirme la teoría de Darwin.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Otro poema

Nube
Esa bola naranja enterrándose en el horizonte
arropada por una estampida de gacelas
o de lobos hambrientos.
Los tendidos visten la tierra de civilización
y creen olvidar lo salvaje
que permanece detrás de todo
de la luna pisada
de los campos sembrados
debajo de la alfombra humana
cuyos retazos mal pegados
han hecho la historia.
Brillos del tiempo
que no sabe lo que es
surcan el cielo al compás del viento
entre cuchillas y garras
de ilusiones etéreas
y lenguas de fuego
y tristezas violáceas,
cada vez más convencido
de que uno ya es todo
e infinitamente nada
y que lo inhóspito invade
el camino del solitario
que busca incansable lo que no hay
y acaso halla el amor.
                                                     Román Armas

martes, 31 de octubre de 2017

Poemas









Destinos

De regreso al infinito

A la nada que se expande

En un arcoiris de grises

Destellos dibujados

El tiempo tan indiferente

Al sol que se quema

A la vida que se apaga

Al relámpago que nace

Y te atraviesa como el amor

Los sueños de generaciones

Cómodamente adormecidos

Nada, un charco más en el olvido

La excusa de un llanto perecedero

Que anida las pupilas empobrecidas

De anhelos ausentes del mercado

Y la vida, misterio indescifrable

Juega al destino barato

Al propósito de estar porque sí

Y como un niño impaciente preguntar

mientras la arena pasa en apariencia infinita

por el cuello frío del vil reloj

esperando el brote de la próxima sonrisa

que lo olvide.



Viaje

Leve el viaje que destaja la muerte y remueve

las esporas del deseo. 

Un vuelo disperso de avispa en la pradera,

Intuye la inquieta

Canción libre del poeta.

La sombra espera su turno

Confiada y resentida de las burlas del hombre,

El amor sin tiempo,

un espacio inconmensurable de palabras y de espinas

que nos visten el camino.

Un rincón

De pequeños universos apretujados y dispuestos

a morir su eternidad entre caricias de la vida.

La delicia de no saber el trazo de nuestra parábola,

La dicha y el pesar del conocimiento de las cosas

la aterradora pequeñez de nuestra suerte embriagada de sueños,

de cuerpos ensamblados en la noche,

De manos dispuestas a andar el camino

de miradas fusionadas que eclipsan los finales.