Sombras,
como recuerdos centelleantes
de un sueño esquivo y
misterioso
viajan entrometidas por la noche
que ya no supo
volver a dormir.
Sombras de dolores olvidados
en el
corazón, que refugia y evoca
bajo un pacto de ahogado
silencio,
y la frágil dulzura de unos ojos sombríos.
Una
sombra,
vanidosa proyección de mis ambiciones:
gigantes
ilusiones ópticas que proliferan
de las luces irracionales del
pensamiento,
y mueren desventuradas al apagar la luz.
Otra
sombra,
íntima prisionera de una imagen de dos
que trasciende
al plano del misterio
de los amantes que la observan, la
sienten
como una prueba de vida de su propio amor.
Las
sombras, ni demonios ni muertos.
Presencias tan ignoradamente
nuestras…
sombras de heridas invisibles,
sombras de amantes
fugitivos,
sombras del tiempo.
Román Armas (2009).